De tales narcisistas depresivos, tal Narciso Estado

Del diagnóstico psicológico-social al tratamiento liberal

Introducción

El presente artículo pretende visibilizar una problemática oculta en la sociedad: una patología psicológica colectiva, que se desenvuelve entre las entidades estatales y el pueblo, de manera inconsciente, afirmando y empoderando a los estados, siendo el pueblo, co-partícipe de las atrocidades que se cometen en nombre del patriotismo nacional, del bien común, de la superioridad racial, de la paz mundial, o de cualquier otra dudosa justificación. Se propone que es esta patología colectiva y sus causas anímicas las que originan los problemas sociales que aquejan a la civilización.

Se comienza observando la realidad psicológica interna del ser humano, en relación con el mundo externo (o físico-natural), sobre el cual actúa, de manera que sea posible relacionar los aspectos psicológicos humanos, con las consecuencias de sus actos. Luego, se indaga en las consecuencias que tienen los actos iniciados a partir de prejuicios, utopías o deformaciones subjetivas de la realidad. Se plantea el caos social, como una consecuencia de causas psicológicas humanas. Se identifican y describen esas causas psicológicas humanas y colectivas, para culminar postulando un tratamiento libertario al problema.

 

Algunas consideraciones psicológicas de sentido común

Debiese ser de conocimiento común, que el ser humano percibe el mundo y se relaciona con él, según su propio carácter, según sus propios prejuicios y opiniones, según su estado anímico, etc., es decir, según sus disposiciones anímicas o subjetividad. La cotidianeidad, sin embargo, nos demuestra otra aplastante realidad; que los individuos, incapaces de reconocer su propio mundo interno de emociones, sentimientos, deseos, prejuicios, opiniones, vicios, etc, prefieren culpar al mundo exterior, a la vida, a los políticos, a Dios, a la suerte, al hermano, al amigo, al profesor, a los padres, o a cualquier cercano o lejano, de sus problemas individuales, de sus molestias, de sus miserias, de sus defectos, de su carencia de talentos, de su escasez de recursos, o de todo cuanto los perturbe. Esto ha escalado hasta tal carencia de sentido común, que las luchas revolucionarias actuales pretenden alcanzar unas “libertades”, que se suponen merecidas, y que exigen, para su cumplimiento, la violación del derecho ajeno, en conjunto con la eliminación de toda responsabilidad individual. Se trata de los derechos positivos de segunda, tercera (Vasak K; 1977) y cuarta generación (González A.R.; s/a). Pues ¿qué son estos derechos, sino el enajenamiento de una sociedad que ha perdido todo sentido de realidad, y reclama una ilusión que, no solo no puede concretarse, sino que además, sólo es concebible por quienes se atreven a negar todo orden natural, tanto de lo psicológico interno, como de lo físico externo? Estos pseudo-derechos, permiten obligar al prójimo, sometimiento estatal mediante, a resolver los problemas individuales. Han nacido como una exigencia exteriorizada, frente a un caos de trastornos, insatisfacciones y problemas internos, que los individuos se sienten incapaces de resolver.

De manera que, para no responsabilizarse por sí mismos, y lo suyo, o los suyos (hijos o familia), los humanos han preferido exteriorizar su frustración. No se dan cuenta de que, todo lo que han hecho, es transferir sus problemas internos, al mundo externo. Con ello han sucumbido, sea por ignorancia, comodidad, pobreza anímica, u otro, al primer germen del sometimiento. Pues habiendo podido responsabilizarse, de aquello que les correspondía, en plena libertad individual, han preferido depositar la esperanza de las soluciones en los brazos de un ente externo. De tal manera, se han dispuesto, en este primer y sutil acto, a sacrificar su libertad. Y podemos estar seguros, siempre habrá alguien o algunos, dispuestos a tomarla. Las consecuencias, bien las conocía Benjamin Franklin hace más de dos siglos, cuando dijo:

“Quien renuncia a su libertad por seguridad, no merece libertad, ni seguridad”

Consciente de este hecho, Epicteto (55 d.C. – 135 d.C) amonesta en su libro “El Enquiridión” o “Manual de vida”, que solo puede alcanzar tranquilidad y felicidad, quien aprende a apreciar las vicisitudes de la vida de manera constructiva, resolviendo y mejorando lo que pueda, sin preocuparse por aquello que simplemente está fuera de su campo de acción. La clave primera será, en este sentido, aprender a distinguir lo controlable, de lo incontrolable. La segunda, modificar nuestras opiniones y prejuicios de las cosas, para aceptar la realidad constructiva de todo acontecimiento en la vida. En resumen, lo recomendable es ajustar nuestras opiniones a la realidad, y no, como se pretende hoy, ajustar la realidad a nuestras opiniones. Pues lo primero es factible y constructivo, lo segundo imposible y destructivo. Enseñando así, Epicteto pretendía educar a hombres responsables de sus propios pensamientos, sentimientos y actos, pues estos aspectos son controlables por el individuo, y al mismo tiempo, liberarlos (a los hombres) de las garras del sometimiento a la suerte externa. Es decir, desatarlos del pesimismo ante acontecimientos inesperados “desagradables”, y desencadenarlos de las influencias que los sentimientos, pensamientos y actos ajenos, puedan tener sobre la propia individualidad.

 

De las opiniones utópicas y sus consecuencias

 Actualmente, el sentido común de Epicteto parece escasear en cada rincón de la civilización (o de la barbarie humana, según la perspectiva desde la cual se le observe). Su sencilla filosofía, ha quedado en el total olvido. Cuestiones tan lógicas, como el hecho de que cuando una persona intenta ajustar la realidad a sus opiniones, la frustración será su inalienable aliado, pues toda mente sana bien sabe que tal cosa nunca ocurrirá, ya no forman parte del sentido común.

 

Es obvio, que todo ser humano ha percibido en sí la frustración por no poder lograr algo que, indiscutiblemente, estaba fuera de sus posibilidades (al menos en ese momento y contexto particular). Digo, indiscutiblemente, porque si no ocurrió, es simplemente debido a que las causas requeridas para que tal hecho aconteciera, no se cumplian. Y si las causas necesarias, para el cumplimiento de un efecto, no se cumplen, el efecto no puede aparecer, por mucho que se patalee. Así, las leyes y los mecanismos que tejen los fenómenos del universo, nos educan, a nosotros los humanos, a través de la frustración. Ella nos indica lo posible y lo imposible, corrigiéndonos.

Por mucho que se desee volar, no lo logrará quien opine o imagine, que la gravedad no existe. Al contrario, quien lo intente, probando su teoría lanzándose desde un décimo piso, morirá con la caída, recordando al resto la irremediable realidad. Con este ejemplo, la irrealidad de la opinión resulta fácil de apreciar, y las consecuencias de actuar según tal opinión, tiene efectos correctivos evidentes. Pero, ¿Será que todas las opiniones irreales, que se gestan en la actual humanidad, tanto con respecto a las necesidades humanas, como a la manera en que se debe estructurar la sociedad, serán corregidas por los efectos correctivos provenientes del mundo físico-natural? Una cosa es indiscutible, existirán efectos correctivos, queramos verlos o no. Y si ante los actos guiados por determinada opinión, la realidad responde con corrección (no me refiero a una corrección paternalista, sino a la corrección causa-efecto de la realidad físico-natural), es de esperar que seamos cosechadores de nuestros actos, es decir, habrá que soportar las consecuencias (los efectos correctivos) de nuestros errores o aciertos. Por lo tanto, se habrá percibido ya, que parece más sensato actuar según los dictámenes de la realidad, y no según los antojos de la opinión. Pues los actos que se ejecuten según una percepción real del mundo, tendrán efectos conocidos, y serán bien recibidos. Inclusive, si los efectos de un acto escapan a la predicción, entonces es evidente que aquel que ejecutó el acto, esperando determinado resultado, no consideró algunos aspectos, que escaparon a su observación del mundo. Pero la experiencia será, para él, un maravilloso aprendizaje. Por lo que, de todas maneras estará satisfecho con la corrección obtenida. Por otro lado, quienes no sean cuerdos, ejecutarán actos según sus opiniones y prejuicios, a la espera de resultados que la realidad no le mostrará. O si tiene algo de suerte, puede que los resultados esperados por su opinión sean, en determinado contexto, similar a la realidad. Circunstancia bajo la cual obtendrá algo que esperaba. Pero no podrá mantener tal suerte perpetuamente, puesto que la realidad, tarde o temprano le demostrará lo contrario, desencadenando una serie de efectos correctivos. Aunque, quien prefiera las opiniones o las utopías, a la realidad, probablemente persistirá en actuar según sus opiniones, intentando buscar todas aquellas variables que no han satisfecho sus expectativas, para acomodarlas a su parecer. Y podrá permanecer en ese intento por años, décadas, o siglos y milenios, si se trata de un conjunto de generaciones, pero basta con comprender, que las variables conducidas por la naturaleza y el mundo físico, son de tal complejidad, que nunca podrán controlarse todas, por lo que, tarde o temprano, las utopías se caerán en pedazos, o dicho de otro modo, los efectos de los actos nacidos desde la opinión, tendrán consecuencias nefastas cuando ocurra el reajuste de todas aquellas variables que se intentaron controlar y manipular, mientras se aspiraba a materializar una utopía. Este reajuste no es más que la realidad, devolviendo al cauce natural, de causas y efectos, todo aquello que se intentó extirpar de la realidad. Las burbujas económicas son un maravilloso ejemplo de aquello a que me refiero, pero el fenómeno de reajuste posee una amplitud universal, no restringida a lo económico.

Tomemos, aparte de las burbujas económicas, un caso que implique opiniones intentando trastornar la realidad. Por ejemplo, creer que es posible obtener derecho a “aborto gratuito y de calidad”, y que, gracias a ello, no existirán consecuencias de abortar, es una opinión extirpada de la realidad:

  • Primero, porque hay consecuencias físicas, en el cuerpo de quien aborta y en el cuerpo del abortado, que son indudables, sean éticas o no, morales o no, existen.
  • Segundo, hay consecuencias psicológicas en quien aborta, quiérase o no, pues toda experiencia afecta la psiquis del que experimenta, consciente o inconscientemente, para bien o para mal, pero jamás neutralmente.
  • Tercero; existen consecuencias económico-sociales, pues, “aborto gratuito”, implica que otros tendrán que pagar, via impuestos, por la destrucción de aquel cuerpo del que un individuo particular se quiere deshacer. Por lo tanto, otros pagan por los actos de quien aborta, aunque no lo deseen o se opongan a aquel acto.

Con estos tres puntos, se demuestra, que el aborto no puede ser, en ninguna circunstancia, gratuito, pues tiene un costo asociado, sea que lo pague el individuo o la sociedad completa, sea monetario o psicológico. De manera que el hablar de “aborto gratuito”, ya implica un opinión irreal; una frase abstracta extirpada de contenido y realidad. Pero, además, con el intento de avalar un “aborto gratuito”, se ha perpetrado un robo al resto de los individuos que componen la sociedad, para satisfacer una necesidad individual, pues parte del dinero que se use para costear ese procedimiento abortista, será arrebatado a quienes no quieran costear, por los motivos que fueren, aquel acto. Y, seguramente, todos coincidiremos en que robar no es un acto moral. Pero, ¿qué pasaría si el robo fuese aprobado para ciertas circunstancias y para otras no?, ¿no estaremos entrando en un campo de subjetivismo legal, que nos dejará desprovistos de todo orden social real?, ¿no estaremos extirpando a la justicia de la realidad, para llevarla a un campo utópico? Porque

¿qué subjetividad será la correcta? ¿la de las mayorías, la de las minorías, la del sabio, la del tonto? ¿Qué opinión, en tanto es sólo opinión, será justa o verdadera? Y si la justicia y el orden social se cimentan en la opinión y la subjetividad, así como en intentos de utopizar la realidad ¿No habremos puesto los ladrillos causales de un efecto de reajuste futuro, que intentará, por la vías que fuere, y con la fiereza de un caudal de realidad aplastante, buscar su cauce a toda costa? Además, ¿no habremos dispuesto una alfombra roja, para que un poder dictatorial mundial pueda expresarse? Un poder que, dotado de una subjetividad y opinión, que se considera superior, podría someter al resto según su parecer. Resto, que por cierto, ya ha sacrificado su propia libertad al externalizar sus problemas y responsabilidad. Por lo que no ejercerá ninguna oposición al dictador; al nuevo salvador.

 

El caos social; manifestación de utopías anímicas

Somos seres que actúan en el mundo externo. Las causas de esas acciones las encontramos en nuestro mundo interior (deseos, anhelos, querer). Al ejecutar una acción, basados en nuestras creencias, el mundo responde, según leyes y mecanismos pre-establecidos, que no dependen de nosotros, sino que nos anteceden. Así, nuestras acciones tendrán efectos determinados. Esos efectos serán, ante todo, un reflejo de nuestro mundo interior, pues es el mundo de la psiquis individual el que nos mueve a actuar por medio del querer. Nuestro mundo interior, ha proyectado así, una acción, y los efectos externos de la misma son el reflejo, la consecuencia, de ese mundo interior. Este es, de hecho, el fundamento de todo proceso de aprendizaje.

Siendo evidente que la sociedad se encuentra en un estado patológico de irrealismo, ¿no será que el caos percibido en todo ámbito humano, es el efecto de ese estado patológico de los individuos en acción?

Asumiendo que es así, y que, según nos dicta la lógica, todo acto basado en utopismos e irrealidades terminan desencadenando efectos de reajustes, es esperable que el caos social sea el indicio de una realidad físico-natural, que comienza a retumbar, anunciando que retomará su cauce por las vías que fueren. Por lo que sería prudente, para intentar encontrar una solución al problema, o al menos reconocer sus causas y dejarlas como enseñanza histórica a los que vendrán, adentrarnos en el mundo de la psiquis de los individuos que componen el caos social al que hemos llegado como humanidad, pues allí encontraremos las causas internas de los efectos caóticos. Para esto, un análisis psicológico de tales individuos, y de la sociedad en su conjunto, podría ser de ayuda en pos de identificar y tratar el problema.

 

De la psiquis social a la psiquis individual

Existe una particular relación entre los individuos que componen una sociedad y se identifican con ella, de aquí en adelante, “los masa”; y los individuos que componen el estado (políticos), que se supone, gobiernan a “los masa”. Si observamos esta relación como si fuese una interacción entre dos seres humanos, notaremos lo que sería identificado como un trastorno psicológico. Procederemos a describirlo, para que sea evidenciado con facilidad.

El estado, una entidad que aparenta fortaleza, inteligencia e independencia, pero compuesta por corruptos que, como parásitos, subsisten de la producción ajena, ha encontrado la manera de no tener que preocuparse del trabajo productivo, pues todas sus necesidades pueden ser cubiertas mediante el cobro obligado de impuestos a “los masa”; aquellos que se someten a tal estado.

Sin embargo, ningún ser, con algo de cordura, aceptaría sostener a otro indefinidamente, sobre todo cuando no existe ningún lazo de apego o de sangre. Por lo que parece extraño, que “los masa” hayan aceptado las condiciones. La rareza del asunto se disuelve cuando sacamos a la luz el mundo psicológico de relaciones, de necesidad afectiva, que van y vienen entre “los masa” y el estado.

El estado no aporta nada verdadero, nada productivo, nada que “los masa” no pudiesen conseguir por sí mismos. Sino que ofrece una cuestionable relación de afecto y cuidado paternal. Ofrece salud, educación, resguardo contra la violencia, orden, cobijo contra la pobreza, justicia para los desamparados y afligidos, y como no, una promesa de un lugar mejor y más abundante para todos. Es decir, satisface no solo una necesidad paternal, sino también, una utópica: un “mundo mejor al que todos podemos aspirar”, una fe religiosa; se ofrece como un dios. Así se muestra a la credulidad de “los masa”. Él es como un hermano mayor, que los escucha y los considera; y ellos, porque reconocen su fuerza, poder y que obra milagros, acatarán sus órdenes sin cuestionar, masacrando y callando a todo aquel que atente, libremente, contra ese orden divino. Todos son reemplazables; el estado es intocable. Todos carecen de ética; el estado debe asignarles los mandatos. Todos son unos inútiles; el estado debe organizarlos. Todos están desprotegidos; el estado ha de amamantarlos e inyectarles medicamentos para proteger su salud. Todos son retardados; el estado ha de administrarles la ley de la ciencia y la verdad mediante una revisión rigurosa de la educación. Todos se equivocan; la ley del estado es infalible. Dios no existe; el estado le ha suplantado.

Esta oferta que plantea el estado, no encontraría ningún mercado en el cual pudiese ser valorada, si no existiese quienes la necesitaran. Entonces, ¿quienes podrían necesitar, o desear, un cobijo paternal o un dios al que hacer las ofrendas en pos de un ilusorio mundo, más próspero, ordenado y mejor? – “Los masa” – Ellos, en terminología Nietzscheana, son el rebaño que, no contentos con el propio poder de su individualidad, prefieren sacrificar su voluntad de poder, por una ilusión que los mantenga con esperanzas, porque son incapaces de encontrarlas por ellos mismos. Ellos necesitan un padre que los resguarde, porque no desean asumir la responsabilidad de cargar con las consecuencias de sus decisiones y los riesgos de la libertad. Ellos requieren con urgencia de un nuevo dios al que adorar, porque con el viejo orden moral cristiano, cayendo a pedazos por los avances de las ciencias, no saben cómo guiar su voluntad, ni su pensar, ni cómo someter la bestialidad de sus emociones. ¿Quién será su guía en medio de un desierto que atardece?

Así, la oferta de un estado padre y dios, que conduzca a “los masa”, dando sentido a sus vidas y orden al caos, que encamine su libertad con reglas claras y que esté presente en la necesidad, que les ilumine el camino con, por lo menos, una tenue luz de esperanza a un mundo mejor, para recuperar el ideal del paraíso eterno prometido, será bien recibida por aquellos que estén dispuestos a sacrificar su libertad y el tiempo de su trabajo. Con tales ofrendas, podrán obtener aquellos intangibles premios que, solo quizás, se cumplirán. Pero un “quizás”, es todo lo que el hombre de rebaño, carente de potencia individual y de tenacidad vital, necesita para subsistir tranquilo, según su cómoda mediocridad le indica. Por lo que el impuesto-ofrenda es necesario, y el sometimiento, una condición esencial, que nadie duda en pagar.

El estado ha ofrecido más de lo que es, y más de lo que podría realmente dar. Pero debe mantener, en la conciencia de “los masa”, una imagen de entidad superior, capaz de entregar, sin ninguna duda, todo lo que ofreció. Como es incapaz de materializar sus inconmensurables promesas, y él es consciente de su debilidad, tendrá que valerse de otros medios: el control psicológico y la violencia. Moverá, con tal fin, sus armas militares o policiales ante cualquier verdadera revolución de hombres libres. Proyectará, en cada pantalla, su propaganda mediática, para opacar cualquier verdadera educación civil. Y hará uso de todo su poder, tanto para suprimir críticas, como para ideologizar y convencer a los ciudadanos, de que toda supresión y ley es de suma necesidad para “el bien común”. Así, incluso quienes ven la corrupción estatal ante sus ojos, y se quejan de los fraudes y de la ineficiencia política, entrarán en una disonancia cognitiva, obedeciendo las órdenes sin cuestionar, siendo incapaces de reconocer que todos los reglamentos y restricciones impuestos, para derrocar un supuesto mal mayor, proceden de parásitos astutos y miserables; corruptos y degenerados, que tomarán cada ápice de libertad ajena en tanto puedan. Ahora, cuando se trata de un enemigo superior al que derrotar, en pos del utópico “bien común”, todo político se vuelve mágicamente virtuoso, sus acciones se tornan espontáneamente nobles y sus pensamientos se llenan de bondad, son insobornables y su buena voluntad inquebrantable, son cristos y budas vivientes, al menos para efecto de la obediencia civil. Porque los insultos del pueblo al político serán continuados, pero también lo será la obediencia, que ha sido inculcada en cada uno de los súbditos desde pequeños:

“Si no obedeces la ley, vendrá la policía y te llevará” ¿Qué mejor imagen para reemplazar al diablo que te arrastra al infierno por tus pecados? Es una actualización de la inquisición católica, adecuada al moderno cientificismo.

De esa manera, el estado elaborará, con el dinero que “los masa” entregan, y el poder del cual los mismos lo dotaron, todo un sistema de control social, capaz de mantener al rebaño en un estado de apaciguamiento y adoctrinamiento, que impida cualquier revolución mental o física. Las ideas de orden y de bien común, deben preponderar a cualquier costo, en tanto que “los masa” han dispuesto en el estado la fe para mantener vigentes estas pseudo-virtudes sociales.

Todos los métodos que el estado implementa, para inmortalizar su imagen y poder, son conocidos bajo el nombre de “ingeniería social”, pero no ahondaremos en ellos por desviarse de la temática esencial.

Lo que atañe a nuestra atención en este artículo, es el fino entramado de relación psicológica que existe entre “los masa” y el estado. Sinteticemos:

El estado, una entidad que se sabe débil, innecesaria, parasitaria e improductiva, vacía en sí misma, ofrece paternalismo, y una imagen admirable, endiosable, que mantiene el cuidado de los suyos, prometiendo buenas nuevas para el futuro. Así satisface su necesidad psicológica; aparenta una fortaleza que no tiene y “los masa” le darán lo que él cree necesitar para completar su vacío.

“Los masa” son la fuerza motriz de la relación. Ellos producen y se someten al estado. Porque lo admiran, y anhelan el futuro que aquel les ha prometido. También tienen un hueco vacío, que necesita ser satisfecho, pues carecen, o ellos así lo creen, de la capacidad propia o la inteligencia, para brindarse motivos propios de existencia, y un futuro más brillante o esperanzador. El estado les promete satisfacción al problema.

De esa manera, la necesidad de sustento y admiración que el estado requiere, parece ser satisfecha por “los masa”. Estos, a su vez, creen satisfacer su necesidad de sentido existencial, cuidado paternal, y una imagen a la que admirar y respetar, a través del estado.

Quien haya ya captado la esencia del problema, se habrá adelantado al evidente diagnóstico psicológico. Procedamos a él.

 

La relación de inter-dependencia entre dos individuos en la psicología.

Hay dos trastornos, que la psicología evalúa por separado, y que, sin embargo, bien pueden ser dispuestos como uno solo, en dos facetas distintas. De hecho, estos dos trastornos no pueden existir el uno, sin el otro. Me refiero al narcisismo y al trastorno de dependencia emocional.

Trechera et al. (2008) describe las siguientes manifestaciones esenciales del narcisista:

  • El narcisismo puede ser definido como la conducta motivada por el placer de ser admirado. Se traduciría en el excesivo deseo o necesidad de atención y admiración, en una tendencia a presentarse como exclusivo y único.
  • Tendencia a ver a los otros como extensiones de uno mismo. Se caracteriza por la manipulación y utilización de los demás en beneficio propio.
  • Sentimiento de tener derecho sobre otros, que implica unas expectativas de privilegios especiales. Se traduce en orgullo, engreimiento y conciencia de exigir derechos propios. A su vez, los individuos narcisistas expresan conductas que tienen por objetivo el control de los demás.


¿No parecen estas 3 descripciones, una novedosa definición psicológica de “estado”?

Pero, como ya hemos dicho, el narcisista no podría manifestar su patología si no hubiese alguien para recibirla. Así pues, el narcisista debe crear en otro/s , o aferrarse a otro/s, que posean un trastorno de dependencia emocional. Este trastorno es descrito por Cubas, Espinoza, Galli y Terrones (2004) como un trastorno adictivo, en el que el objeto que provoca la adicción es la relación de pareja. De esta forma, la persona asume comportamientos dirigidos a evitar algunos eventos privados, valorados de forma negativa, y así, termina siendo controlado por su necesidad del otro y por las sensaciones, pensamientos y emociones asociadas a estímulos específicos o contextos, que anticipen una amenaza para la relación o predigan la posible pérdida del ser amado.

Castelló B. (2005) se refiere a una persona con dependencia emocional, como aquel individuo que siente una necesidad excesiva del otro (deseo de acceso constante hacia él o ella), idealización del objeto, relaciones basadas en la sumisión y la subordinación, historia de relaciones de pareja desequilibradas, miedo a la ruptura y, finalmente, asunción del sistema de creencias de la pareja.

El Centro de terapias psicológicas Manuel Escudero (2022), destaca las siguientes características de quienes son propensos a la dependencia emocional:

  • Baja autoestima y autodesprecio.
  • No asumen responsabilidades.
  • Dificultad en la toma de decisiones.
  • Inseguridades.
  • Pueden tener problemas para hacer cosas por sí
  • Dispuestos a obedecer y ser subordinados de forma desproporcionada.
  • Poco adaptativa a nuevos entornos o situaciones.
  • Temor al rechazo y dificultad para dar su opinión (necesidad de agradar).
  • Dificultad para iniciar proyectos por su cuenta.
  • Falta de confianza en su propio juicio y capacidades.
  • Dispuestos a hacer tareas no deseables, con tal de mantener la relación de dependencia.
  • Posición inferior en las relaciones
  • Puede soportar maltrato físico o verbal. La persona con dependencia emocional permite cosas incondicionalmente.
  • No tienen la capacidad de salir de una relación tóxica.
  • Sensación de vacío, solo pueden llenar este vacío con otra persona.
  • Autoanulación, no suele pensar en sus necesidades


¿No parece esto, una caracterización de “los masa”?

Así, la conclusión salta a la observación: la relación estado y “los masa”, es inequívocamente, una relación de inter-dependencia entre un colectivo de patología narcisista y otro colectivo con trastorno de dependencia afectiva. Cabe mencionar que, mientras el narciso se cree superior y requiere admiración, es decir, es un egocéntrico, el dependiente de afecto busca la aprobación del narcisista, pues él también es un egocéntrico, pero ruega por la aprobación de aquel que parece, a sus ojos, un ser superior. De manera que no nos equivocamos si tildamos a unos de narcisistas dominantes, y a los otros, de narcisistas depresivos, pues como ya mencionamos al principio de este apartado, son ambas caras de la misma moneda; un desequilibrio hacia dos polos aparentemente opuestos.

La patología de la relación estado – “los masa”, puede notarse en fenómenos sociales y políticos, conocidos por todos. Revisemos 5 rasgos imprescindibles (de los 9 que se han identificado según la ICD-10) del Narcisista, con las actitudes del estado hacia sus dependientes:

  1. Tiene tendencia a aprovecharse de los otros, para sus propios intereses o metas:
    No hace falta escudriñar mucho en la casta política, para notar que muy poco prima el bien ajeno, y mucho el propio, con poco o nada de consideración hacia “los masa” al momento de ejecutar sus planes.
  1. Experimenta un grandioso sentido de Por ejemplo, exagera logros, capacidades, y espera ser reconocido como superior:
    ¡Nosotros erradicaremos la pobreza! ¡Haremos a USA grande de nuevo! ¡Para el 2030, todos tendrán acceso gratuito a salud y educación de calidad! ¡Si nos eligen, este país será próspero! ¡Detendremos el abuso de los ricos hacia los pobres! ¡Eliminaremos la inseguridad de las calles!


Y un larguísimo y pomposo etcétera de slogans estúpidos para infantes crédulos, que creen…

  1. Se siente único o especial y que sólo puede ser comprendido por ciertas personas (o instituciones, en este caso) que son de alto status:
    A este respecto, vale la pena notar que la opinión pública con sentido común, no es tan importante, para el estado, como la del experto de Harvard o el asesor del Fondo Monetario Internacional. Las preocupaciones de 100 sociólogos honestos, valen menos que la de uno proveniente de la Open Society de George Soros. La información variada de 7 millones de individuos reportando sus experiencias y necesidades económicas, no es tan útil como lo que el Foro Económico Mundial indique. El odio creciente entre ciudadanos, ante una oleada de inmigración descontrolada, es irrelevante frente a la propuesta de la ONU de incrementar la migración para favorecer la paz. Los reportes multitudinarios de efectos secundarios ante ciertas vacunas, no son preocupantes cuando un multimillonario, como Bill Gates, indica que “hay que vacunarlos a todos para volver a la normalidad” (porque su inversión está en juego). Pues, el estado y sus súbditos entienden que, si alguien es multimillonario, o posee un título de alguna universidad prestigiosa, debe ser más inteligente e importante, que otros profesionales, o individuos inteligentes y honestos, que jamás alcanzarán su fama y riqueza (justamente, por ser honestos). Tal parece ser la lógica del estado narcisista, a la que sus súbditos obedecerán.

 

Y es que el estado solo se arrodillará ante aquel que sostenga más Narcisismo que él; sólo se subordinará ante aquel que le ofrezca más poder del que ya ostenta. Tal subordinación interesada, conviene ejecutarla hacia organismos internacionales, que si son más grandes


¿cómo no van a ser más inteligentes y mejores?

  1. Está preocupado por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza y amor imaginarios:
    ¡Si hacemos esto, habrá paz mundial! ¡Si todos obedecen, el virus desaparecerá! ¡Si ponemos impuestos al CO2, salvaremos el planeta! ¡Si recicla su bolsa (para ahorrarle unos pesos al supermercado), estará ayudando al ambiente! ¡Si aumentamos el presupuesto a la NASA o a Elon Musk, en 2050 habrá tours a Marte! ¡Si gobernamos por varios años consecutivos con su apoyo, de seguro alcanzaremos los objetivos de la ONU! ¡Si este país se hace plurinacional, no habrá más conflictos! ¡Si aseguramos puestos para mujeres, trans o mapuches en política, habrá menos desigualdad! ¡Gracias a la inversión en tecnología, en 2030 nadie tendrá que trabajar, y todos serán felices! En fin… Promesas sin ningún vínculo causal, promesas que carecen de toda lógica y empirismo, promesas que rayan en lo absurdo, promesas dignas de poner en boca de los Teletubbies, para hacer volar la fantasía de los obedientes, que repetirán al unísono sin dudar:

¡Ooooaaaaaaa Tinki Winkiiiiii, yo quiero Tubbie-galletas!

  1. Exige una atención o admiración excesiva:
    Basta con recordar el marketing desmesurado, que se administra a dosis máxima, cada vez que se acerca una votación de cualquier índole. La música, el fanatismo y las palabrerías absurdas, repetidas como loros por toda la población, como si se tratara de un partido de fútbol; de una competencia. Porque en realidad, la idiotez es tal, que no alcanza para debatir, solo para discutir como si de fútbol se tratara. Y es que en el fútbol, no es necesario saber o jugar, para hablar una chorrada de idioteces con una seriedad y pasión tal, que la conversación pareciera tener alguna relevancia trascendental. Hasta el más mediocre jugador o fanático, cree que su opinión sobre cómo jugar futbol, es mejor que la del director del equipo. Y todo espectador insultará a los jugadores en cancha, cuando estos cometan errores, como si ellos pudiesen hacer algo mejor. Y lo piensan así, aún mientras toman cerveza y se rascan sus bultosas barrigas llenas de venenos alimenticios ultra-procesados. Esa misma disposición fanática hacia el fútbol, es la disposición que los políticos desean de sus súbditos: Que hablen idioteces sin conocer ni un poco de economía, filosofía, historia, ciencia, etc. Porque el fanático ignorante, es un admirador más apasionado, y un tonto más tentable, que no pondrá en duda su superioridad, aunque parezca criticarla.

 

Habiendo culminado esta comparación con los 5 rasgos más característicos del estado narcisista y su relación con “los masa” depresivos, no podemos dejar pasar otra semejanza obvia, que fortalecerá el diagnóstico psicológico social:

  • La visión de las cosas del narcisista es el patrón al cual el mundo debe someterse. Para los narcisistas, el mundo se guía y debe obedecer a sus propios puntos de vista, los cuales considera irrebatibles e infalibles (Riva Posse ;1996). ¿No recuerda el lector alguna circunstancia, donde el estado haya violado las libertades de los individuos, alegando una verdad absoluta, científica e indiscutible y tachado a los escépticos de negacionistas, fanáticos e idiotas?¿No parece raro que el origen de la ciencia sea la discusión y el debate, pero ahora se normalice como si fuese un “consenso” indiscutible? Consenso, que por cierto, es logrado con salvajes propagandas, pésima educación pública, violencia y multas.

 

Finalmente, es necesario reconocer, que cuando los narcisistas ejercen posiciones de poder, los depresivos dependientes de afecto, que se sienten inferiores a él, le halagan en función de un interés mezquino o afectivo. Así, el narcisista dominante, drogado por un mundo que él ha creado a su alrededor, es incapaz de reflexionar y escuchar. ¿Le suena de algo a la relación estado – “los masa”?

La horda de narcisistas depresivos (dependientes afectivos), que rodean al narcisista dominante, ostentador del poder, creen, ingenuamente, en la verdad expresada por el pseudo-maestro. Ellos lo seguirán fielmente, no importa cuán errado esté. Serán fieles a su mesías, en tanto que necesitan a alguien en quién creer, alguien en quien confiar el remedio a sus miserias.

Así, el narcisismo dominante y el depresivo, forman una simbiosis incompleta, de satisfacción a medias; un hueco de hambre y sed.

En el mito que da origen al nombre del trastorno, el oráculo dirá sobre el niño engreído: “Tendrá larga vida si nunca se observa a sí mismo”. Es decir, el narciso solo permanece en su cuento de Peter Pan, en tanto sea incapaz de dirigir la mirada hacia sí mismo. La sociedad del narcisismo y la parasitación estatal, sólo pueden perdurar, mientras los individuos no se miren a sí mismos. Cuando lo hagan, todos perecerán ahogados ante una realidad, que destruirá en pedazos el imaginario colectivo construido en base a la mediocridad, la obediencia, la violencia físico-psicológica y la estupidez grupal.

El mito no tiene un final feliz. El niño Narciso es transformado en una planta que da flores muy bellas, pero cuyo olor es nauseabundo y su fruto esteril. Y es que la ilusión colectiva de los narcisistas depresivos, “los masa”, respecto a lo que el Narcisista dominante o estatal, puede hacer, no es más que eso, una bella imagen de vida corta, desenlaces nauseabundos e incapaz de trascender.

El narcisismo social ya ha sido observado, por ejemplo, por Freud (1929), quien en su libro “La civilización y sus descontentos”, dice:

“Es posible reunir a un considerable número de gente en amor mutuo, siempre que haya otra gente dejada fuera para recibir las manifestaciones de su agresividad”.

Y Erich Fromm (1973), en “Anatomía de la destructividad humana”, postula que en ocasiones de matanzas grupales, el narcisismo colectivo juega un rol predominante.

Aún así, parece que ningún psicólogo, a mi saber, ha observado la evidente relación, trastornada y patológica, que existe entre el estado y sus súbditos.

Procedamos ahora a buscar la medicina al problema

 

Tratamiento al narcisismo social: ¿terapia liberal?

Según el psicólogo McWilliams (2011), el tratamiento adecuado al narcisista debe implicar:

– Paciencia y aceptación de las imperfecciones humanas. La humildad es especialmente importante al tratar un paciente narcisista, para que incorpore una actitud realista, no enjuiciadora, hacia las fragilidades propias.

Es decir, el narcisista debe mirarse en el agua y ver su reflejo, observar sus traumas, y aceptar sus falencias, reconociendo la realidad.

¿Qué hay de los dependientes de afecto?. Lo mismo. Debe interiorizar su observación para percibir las causas de su trastorno. Aceptar sus carencias, desarrollar autonomía, y adquirir habilidades que le permitan sanar sus relaciones sociales.

Y es que una buena dosis de confrontación con la realidad podría resolver muchos trastornos psicológicos, económicos, sociales, filosóficos, científicos, etc.

En este sentido, el liberalismo, como modelo económico y social, como perspectiva histórica, y como filosofía de vida, puede representar un tratamiento eficaz al narcisismo colectivo, y una futura solución a los males sociales, en tanto aporta las siguientes medicinas:

  • Desde lo económico: Amplía la perspectiva económica, considerando el ámbito de la subjetividad humana. Añadiendo a sus observaciones y análisis, una variable intangible, pero real, que participa del proceso económico global: la valoración subjetiva de los individuos que componen el Además, destaca, con la humildad que solo puede aportar la observación desprejuiciada de la realidad, que el mercado no debe ser controlado, en tanto que el mercado posee unas interacciones informativas tan finas y sutiles, que cualquier soberbia interferencia, causará efectos imprevistos y alterará el balance entre ofertas y necesidades (Bastiat; 1850). ¿Quién se atrevería a controlar un sistema tan complejo? Solo un soberbio narcisista. El liberal tiene la humildad de reconocer el límite intelectivo humano, reconociéndose incapaz de intervenir prudentemente un fenómeno de tanta amplitud. Por lo que se limita a reconocer aquel efecto que conoce con certeza: la intervención sobre el mercado produce alteraciones que perjudican el balance económico y generan crisis con desastrosas consecuencias físicas, psicológicas y espirituales, para la humanidad (como ya dijimos, estos son los efectos correctivos de la realidad).
  • Desde lo psicológico: Reconoce al hombre como un ser en desarrollo, con falencias y aptitudes, que diferencian a unos de otros. Por lo que, al observar la realidad y mirarse al espejo sin miedo, percibe que un gobierno impositor de medidas homogéneas, es un total sacrilegio contra la riqueza individual. Y percibe también, que un gobierno capaz de dictar leyes según subjetividades propias, no puede, de ninguna manera, representar a la población.

Igualmente, busca que los individuos asuman sus responsabilidades, y con ello, recuperar las libertades que la bestia contemporánea ha sacrificado. Así, retorna a la humanidad la capacidad de superarse y de disminuir su dependencia a lo externo, dotándola de la posibilidad para encontrar sus propias herramientas y realizar su proyecto de vida personal (Spooner; 1867). ¿Qué podría ser más saludable para un dependiente de afecto (para “los masa”)?

  • Desde lo educativo: Evita adoctrinamientos masivos, pues sin un estado que imponga temáticas educativas, la educación proliferará diversa y rica, favoreciendo el diálogo y la cultura, al mismo tiempo que debilita los odios doctrinales (Escohotado; 1999).
  • Desde lo filosófico: Se esmera en conquistar la adecuada relación con la realidad, en vez de afanarse con utopías (Cortés; 2010).
  • Desde lo social: Da a los individuos la posibilidad de asociarse en comunidades, como mejor prefieran, respetando su integridad, en tanto respeten la ajena. Permitiendo que cada comunidad intercambie con otras de manera pacífica. Pues es un hecho histórico, que el comercio, y no el estado, favorece la paz entre comunidades o naciones (Escohotado; 1999).

 

Dicho esto, podemos bien decir que, el liberalismo, mediante el reconocimiento de la realidad interna y externa de los humanos, el consecuente desmantelamiento de utopías, el humilde posicionamiento ante las incertidumbres y la complejidad de la realidad humana y natural, así como el respeto a la individualidad ajena y la cooperación, ha de representar un tratamiento eficaz contra el narcisismo colectivo dominante y depresivo, de manera simultánea.

 

Hacia una sociedad libre…

Pienso, porque la historia lo registra, que intentar ordenar el caos social actual por la fuerza, y no mediante la educación (verdadera, crítica e individual, no estatal, obediente y de manual) es inútil y pasajero. Pues si el ánimo humano es proclive a las utopías y los prejuicios, y si los actos de cualquier persona nacen de deformaciones y enfermedades anímicas, entonces sanar a la sociedad no es viable forzando un orden, sino sólo desde la salud anímica. Así, individuos más sanos cultivarán una sociedad sana, mientras que individuos enfermos tendrán, irremediablemente y por mucho que se piense, una sociedad enferma.

La educación holística debe ser, pues, la primera vía de acción para sanar el cuerpo social de manera progresiva y no irruptiva. En tanto la vía irruptiva le pertenece a la naturaleza, y ella la aplica llegado el momento. Nosotros, en cambio, si quisiéramos interrumpir el proceso de aprendizaje de los narcisistas por vías violentas o forzadas, no solo dejaríamos el aprendizaje social truncado, sino que, además, seríamos el ejemplo futuro de la violencia y la barbarie. Demostrando, por un lado, poco amor hacia la libertad que se profesa, y por otro, poca coherencia, pues se trata de una simple renovación de individuos al poder, cambiando desde unos narcisistas a otros, proceso que tiene una estela de milenios de ejemplificación.

Pero creo, que si se desea dar un descanso a la humanidad de sus peores males, a sabiendas de que, por falta de educación y de un aprendizaje progresivo, emergerán de nuevo en una década, un siglo o un milenio, habría que eliminar toda institución susceptible de narcisismo, para que sus individuos aprendieran sobre el verdadero valor del prójimo y de sí mismos, mediante el trabajo productivo y competitivo. Y si nos percatamos, durante el trayecto, de que hay alguna utilidad, de beneficio común en que existan, como ocurre en la naturaleza con los parásitos, pues aportan al equilibrio ecológico, entonces habría que reducirlos a su mínima expresión. En este sentido, el Minarquismo podría ser una opción, aunque algunos objetarán, que será cosa de tiempo para que la humanidad se trastorne otra vez, caiga presa de las tentaciones del poder, y los parásitos aumenten nuevamente en número. La naturaleza no progresa por causa de parásitos, y si estos proliferan demasiado, la escasez y las enfermedades no tardan en destruir el equilibrio de los sistemas, así como el estado, demasiado empoderado, ha enfermado en guerras, violencia e idiotez a las culturas y sociedades de todo el globo.

No puedo dejar de mencionar, que existe otro modelo social plausible de aplicar, que podría funcionar bien, tal vez, como un intermediario entre Minarquismo y Liberalismo Anarco-Capitalista, pero que escapa al ojo de los teóricos liberales: la Triformación Social, propuesta por Rudolf Steiner. Según comentan sus teóricos, la sociedad debería, como un organismo, ser tripartita. Una parte sostendría el poder judicial, para resolver los conflictos delictivos solamente (Polo Judicial- Sist. Nervioso). La segunda parte es el eslabón económico, que no debe ser intervenido, pero se debe re-pensar la manera en que las empresas son formuladas (Polo Económico – Sist. metabólico-muscular). Por último, el corazón y los pulmones del organismo social, debe ser el eslabón cultural, que decidirá, de manera siempre dialogante y fluida, los valores de la cultura comunitaria, pues los valores evolucionan constantemente, y su rigidez incrementa los descontentos y las enfermedades sociales (Mediador Cultural – Sist. Rítmico). Así, lo judicial queda sometido a la riqueza cultural, recuperando su esencia de arte fluyente, y lo económico se desarrolla de maneras creativas y fraternales. Mientras que es en el centro cultural, donde nace el diálogo, se enriquecen las mentes, y se libera el ánimo de sus dogmáticas enfermedades.

La Triformación Social no aspira al poder, sino a la salud del organismo social, por lo que no se opone al Liberalismo, en tanto puede ser practicado a nivel mundial, nacional, regional, o comunitario, lo cual dependerá de su aceptación cultural.

 

Contrastando conclusiones

Los humanos, narcisistas o depresivos, todavía inmaduros, de nuestra época, creen poseer una inteligencia superior y una ciencia infalible, mejor que la de otros tiempos. Esto provoca que no escuchen nada que no sea halagos y promesas utópicas, y ni siquiera se molesten en revisar detalladamente su historia. Demuestran así, que, como diría Joseph de Maistre:

“Cada pueblo tiene el gobierno que se merece”. O dicho en términos ecológicos:

“El parásito solo enferma a un huésped susceptible” En términos psicológicos-políticos:

“De tales narcisistas depresivos, tal narciso Estado”

Si como humanidad, fuésemos más adiestrados en cuanto a amplitud mental, habríamos incluso advertido, que la problemática ya había sido descrita, de una manera más metafísica, si se quiere, por Hermes Trismegisto, hace milenios atrás. A día de hoy, todavía nos susurra desde el antiguo Egipto:

“Como es adentro, es afuera” (Trismegisto H, s/a)

Por lo que podemos decir, sin duda alguna, que, como bien enunció Hipócrates, el gran médico griego:

“Antes de sanar a un enfermo, asegúrate primero que esté dispuesto a desechar, aquello que lo hizo enfermar en primer lugar”

Por lo que cierro con aquella conclusión, que me resulta más obvia que todas las demás:

Solo la autoeducación y la inter-educación (el diálogo), entre aquellos que deseen educarse, sanarán a la sociedad. Pues ni la fuerza, ni la ilusión, resolverán las psiquis trastornadas de los individuos, cuya manifestación es el caos social actual, producto del narcisismo patológico colectivo, que fortalece al estado, interrumpe la economía, pervierte la cultura, y debilita al individuo. Ninguna enfermedad, ni física, ni psicológica, se resuelve jamás por la fuerza. La enfermedad social no será una diferencia.

 

BIBLIOGRAFÍA

Bastiat F. (1850). Lo que se ve y lo que no se ve.

Castelló, B. (2012). La superación de la dependencia emocional.

Cortés F.R. (2010). El contrato social liberal: John Locke.

Cubas, F.D. et al. (2004). Intervención cognitivo-conductual en un grupo de pacientes mujeres con dependencia afectiva.

Epicteto. (108 d.C.). El Enquiridión o Manual de vida. Escohotado A. (1999). Orden y Caos.

Gonzalez, A.R. (s/a). Aproximaciones a los Derechos Humanos de Cuarta Generación

McWilliams, N. Psychoanalytic Diagnostic. Understanding Personality Structure in the Clinical Process. New York: The Guilford Press (2011).

Spooner L. (1867). Sin traición.

Trechera, J.L. et al. (2008). Estudio empírico del trastorno narcisista de la personalidad (TNP)

Trismegisto, Hermes. (atribución) (s/a). Corpus Hermeticum. Vasak, K. (1977). Human Rights: A Thirty-Year Struggle.