LA SOCIEDAD CONTEMPORANEA NO DEMANDA LIBERTAD

Probablemente siempre que usted escuche quejarse a un amigo o familiar de las problemáticas socio-políticas o económicas que aquejan a la comunidad, se presenta el dogma implantado de que el Estado actuó o actúa mal, de forma

ineficiente o corrupta. Pero cuando se proponen abordar una solución, mencionan la necesidad de que este arregle la situación o de reformarlo para que funcione bien. Jamás reparan en el hecho de que tal vez el mismo no solo sea la causa, sino también el problema en sí.

Hoy en día la gente tiende a delegar los problemas que aquejan a la sociedad al Estado, pero esto no siempre fue así. El ser humano desde sus estadios más primitivos desarrolla valores sociales tales como la voluntariedad, la solidaridad o la generosidad. Está claro que el hombre es un ser sociable y necesita del resto de los individuos para su propia supervivencia. Lo que le hace tender hacia la cooperación social. “Si a mi vecino le va bien, a mí también”. Por lo que a lo largo de la historia se logran divisar gran cantidad de estos gestos en forma de instituciones, tales como: Los bomberos voluntarios, los comedores comunitarios, las fundaciones sin fines de lucro, los templos religiosos, los clubes de fútbol y a tal punto de que por ejemplo: en cada barrio o pueblo de Argentina encontrara una sociedad vecinal española o una sociedad vecinal italiana. Es innegable que el ser humano tiene una tendencia a la cooperación, pero

¿En qué momento deja de relucir esta característica tan loable de los individuos para con sus pares?

La respuesta es bastante obvia: La educación estatal y obligatoria. Desde que el Estado se infiltra en la mente humana en las etapas más tempranas del individuo se maneja un contenido de alabanza y adoración a un sistema democrático-republicano, más o menos, socialista o liberal pero siempre en la misma línea: “El Estado es la institución voluntaria y espontanea que eligieron los individuos para organizarse en sociedad y por lo tanto hay que respetarla y participar de esta” (Aunque nosotros sabemos que ni fue voluntario ni fue espontaneo). Por lo que solemos escuchar un discurso prefabricado como arma de los estatistas contra aquellos que se quejan de la existencia del mismo, por ejemplo: “hay que involucrarse para generar un cambio”, “hay que meterse en el barro” o la típica “si no te gusta, armate un partido y preséntate a elecciones”. Y el que no lo haga de dicha manera es un idiota, como eran llamados aquellos que no participaban de la vida política en la Antigua Grecia. El grueso de la sociedad compra esta doctrina desde pequeños y la profesan por el resto de sus vidas.

Todas las soluciones pretenden reclamar una acción al Estado: “Que si falta presupuesto”, “que si tiene que haber alguien que vigile a los políticos”, “que si la oposición no colabora”, “que si hay que eliminar la grieta”… Pero siempre la responsabilidad recae sobre el Estado. Obviamente, esta carga no es para nada una molestia para aquellos que pretenden controlar a la sociedad a su capricho, al contrario, es lo que buscan. Que la gente demande mas Estado. Como consecuencia, el individuo abandonó las ansias de libertad. Ya nadie quiere hacerse cargo de su pasado, su presente, ni mucho menos de la incertidumbre de su futuro. Desde la incapacidad de los padres de educar a sus hijos, pasando por el terror de empuñar un arma para ejercer su derecho a la legítima defensa, hasta confiar todo su dinero al Estado y que este se lo vaya suministrando en el futuro en forma de pensión en lugar de invertir o ahorrar. Y con ello deviene la pérdida de responsabilidad, sea de sus fracasos o sus éxitos. Si les sale algo mal, es culpa de la incapacidad del Estado de resolver los problemas. Si les sale algo bien, es la gracia de un Estado benefactor que asegura buenas oportunidades. Todos los factores de la ecuación son el Estado, la verdad y el destino depende de la voluntad de este. Exactamente como una doctrina religiosa.

Para sortear este problema dentro de nuestras familias tendremos que tomar las riendas de la educación. Esto no quiere decir que no se mande a los niños al colegio, sino que todo lo que este vea allí sea monitoreado por los padres o tutores para intentar detectar las pistas del adoctrinamiento y enseñarle de forma paralela las ideas de la libertad. Así mismo cualquier consejo que se le dé a un hijo probablemente lo olvide cuando sea adulto. Por lo que la más importante actitud que se debe tomar en cuanto a esta cuestión es predicar con el ejemplo. Antes de desear que los más pequeños se conviertan en seres virtuosos para regalarle al futuro la sociedad que idealizamos, imprescindiblemente hemos de cultivar la virtud en nosotros mismos.

Finalmente, concluyo en que hay una demanda intrínseca de libertad en la naturaleza humana pero también, hay una tendencia natural a delegar responsabilidades y aspectos de la vida a entes omnipotentes como Dios o el Estado para satisfacer esa necesidad de tranquilidad emocional, comodidad y desapego a la culpa. Pero sobre este fenómeno es casi absoluta la responsabilidad que tienen las élites que gobiernan, que por medio de las vías coactivas y coercitivas adoctrina y subyuga la mente de los individuos para que abandonen los deseos de libertad, características como la responsabilidad y la solidaridad y los remplace por la religión del Estado.